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Periodista
"Mi hijo tenía un problema gravísimo y nadie escuchó": la lucha detrás de una adicción
Lorenzo de 28 años era "sano, familiero, un buen hijo, un buen padre, un buen trabajador", sin embargo el consumo problemático de alcohol apagó lentamente a ese joven que se tornó violento y "oscuro", pero sus padres nunca lo dejaron de lado y contaron a Diario TAG cómo fue su batalla contra la adicción y su tristeza tras perderla.
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Lorenzo Emmanuel Hauptmann de 28 años falleció el 22 de enero de 2025, luego de estar 11 días agonizando en el Hospital Perrando de Resistencia, la razón de su muerte no es clara, en principio habría sufrido un ACV, situación que se agravó en el nosocomio con una meningitis y otros padecimientos, sin embargo, la vida del joven comenzó a acabarse mucho antes, con una incipiente adicción.
Roxana Ramírez y Carlos Hauptmann son los padres de Lorenzo que lucharon incansablemente para ayudar a su hijo a recuperarse, lamentablemente no lo lograron y hoy "Lorenzo ya no está". Diario TAG dialogó con ellos para conocer cómo vivieron el consumo problemático en primera persona enfrentando un sistema que, según ellos, no ofrece soluciones reales. "Nos decían que había que dejarlo tocar fondo, pero el fondo está ahí, y nosotros lo perdimos", lamentó la madre.
En primer lugar, Roxana destacó que "Lorenzo, era papá de dos nenas, estaba casado y tenía trabajo", fue en 2022, cuando una ruptura amorosa con su pareja, desató problemas de consumo con el alcohol, "se tornó violento", dijo la madre lo que habría sido "una de las causas de que la pareja lo haya dejado".
El verdadero antes y después llegó tras una crisis, "brote psicótico" lo denominaron en el Hospital, Lorenzo fue a la casa de sus padres con una actitud "alterada y agresiva" e intentó ingresar al domicilio forzando la puerta trasera lesionandose a sí mismo e insultando y amenazando a todo el que intentará calmarlo, hasta que "se tranquilizó" y se retiró, su familia denunció el hecho y solicitó una prohibición de acercamiento a todo el entorno, sin embargo, ni Roxana ni Carlos se alejaron de su hijo. La policía intervino y lograron que estuviera hospitalizado por siete días.
Comenzó una nueva etapa, el joven seguía con su vida "normal", con su trabajo colocando vidrios en Parabrisas Norte, su esposa e hijas, ya no vivían con él, pero debía seguir una rutina con medicamentos que lo mantuvieran "calmado y relajado", el tratamiento consistía en dos pastillas, una que le regulaba el estado emocional, una que una que lo ayudaba a conciliar el sueño por las noches, "mami yo quiero dormir", le decía a Roxana y aparte una inyección que le ponían una vez al mes que lo mantenía no violento. Pero, ese proceso terminó porque dependía de una sola cosa: la voluntad de Lorenzo.
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"Él decidía no tomar más (la medicación)", cuenta Carlos, y juntos rememoran una de sus más grandes batallas en este proceso, cuando su hijo no quería seguir, ellos nada podían hacer, más que dejarlo "tocar fondo". La última vez que Lorenzo estuvo internado fue en noviembre de 2023, más de un año después de su quiebre, en ese tiempo comenzó y abandonó su tratamiento varias veces, desde la salud pública y distintas instituciones a las que sus padres recurrieron les decían que "había que esperar nomás, había que dejarlo, en unos días se le va a pasar", había que esperar a que esté "muy alterado y ahí recién intervenir", o sea "llegar al límite", cuentan.
En este punto la lucha cambió de escenario, Lorenzo, quien cada vez se volvía más violento, ya no quería ir al hospital, entonces sus padres recurrieron a la Justicia para intentar conseguir "un tratamiento real", lamentablemente, no ocurrió. "Nunca logramos nada", contó Roxana mientras las lágrimas inundaban su rostro. Contrataron una abogada "para que se mueva más rápido", dijo haciendo referencia a la burocracia judicial, pero "la que llevaba los papeles a la fiscalía era yo", afirmó Roxana. Así consiguieron una junta médica, recién para cuatro meses después de iniciado el proceso legal, hoy a más de un año, esa junta médica nunca ocurrió y Lorenzo falleció.
Lo que sí lograron en ese periodo fue una orden judicial con la que la Policía, una médica y un perito irrumpieron en la casa de Lorenzo para llevarlo al hospital él accedió cuenta su madre, quien tuvo una leve esperanza, pero "se escapó" y una vez más "nadie hizo nada".
Así pasó otro año, "los tiempos de ellos no son los mismos que los nuestros", dijo Roxana quien lamentó "para ellos mi hijo es un número" y resaltó la misma recomendación que le dieron previamente: "Hay que dejarlo que toque fondo", pero la mujer asegura que eso no es así porque: "El fondo está ahí", una vez más quebrada en llanto, su marido interrumpió: "Hay otras maneras de ayudar, de intervenir de poder estar atentos, porque es muy serio".
Tras las frustraciones en la Justicia y la salud pública, el panorama era cada vez peor, surgió una posibilidad más: las instituciones que tratan ese tipo de consumos, "fuimos a tres de ellos", una vez más las crueles palabras de los profesionales: "Dejalo que toque fondo, ya va a aprender", se dirigieron a institutos cristianos, uno de Puerto Tirol y hasta Santa Fe. No fue internado y Lorenzo se iba "terminando".
El tiempo avanzaba, los asistentes sociales, médicos y la misma justicia no veían a Lorenzo tocar fondo, pero "mi hijo se estaba destruyendo",aseguró Roxana, la mujer que vio a cuatro de sus hijos irse de su casa, se dedicaba a cuidar a sus nietos y atender un negocio en su hogar, de repente se encontró cuidando a "un niño".
Roxana iba todos los días a la casa de Lorenzo, lo despertaba, lo llevaba al trabajo, le cocinaba, estaba para que él "no se caiga, no se haga encima, se bañe y controlando que respire", dice con el rostro nuevamente cubierto de lagrimas, llanto que no le permite seguir hablando, y Carlos quien todo este tiempo estuvo firme junto a su esposa deja escuchar un quiebre en su voz por primera vez, a la par que sus ojos se cristalizan, "era como un niño, pero un niño cariñoso". Roxana asiente.
Con los pedidos de ayuda prácticamente ignorados y las instancias casi agotadas comenzó el último año de vida de Lorenzo, "cada vez se tornaba más violento, ya no quería ir trabajar, se aisló, todo el día tomaba y rechazaba todo tipo de ayuda", de hecho, empezó a decir:
"Ya no quiero vivir más" .
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El problema real
Ni Carlos ni Roxana son expertos en salud mental son simplemente padres, padres presentes que estuvieron 28 años junto a Lorenzo, no pueden elaborar un diagnóstico, pero conocieron a su hijo mejor que nadie, "él tenía depresión ", asegura Roxana y la misma "se iba agravando con el tiempo", sin embargo los profesionales nunca dieron crédito de ello. "Tu hijo tiene un capricho, él está enceguecido con su mujer y su familia", le dijo una médica a la madre quien recuerda ese momento con profundo dolor.
"Mi hijo tenía un problema de salud mental gravísimo y nadie me escuchó, nadie llegó a tiempo, ni siquiera cuando falleció", contó Roxana. Y Carlos agrega que lo único que le dijeron fue "Hauptmann su hijo falleció", de igual manera sostiene "nosotros no queremos responsabilizar a nadie, porque tuvimos un buen trato, pero nunca nos dijeron en realidad qué le pasó".
Lorenzo antes
El alcohol, la agresividad y la depresión aparecieron los últimos dos años de vida de Lorenzo, él antes "era un chico tan bueno, sano, generoso, familiero, tan buen papá, buen trabajador, responsable, una persona que quería salir adelante, él solo construyó su casa, con sus dos hijas y un sueldo de principiante", recuerda con amor Roxana. Pero en un momento la familia notó que él trabajaba nada más para llegar al fin de semana y ponerse a tomar, su esposa y sus hijas tuvieron que salir de la casa varias veces. De hecho acudían a la vivienda familiar cuando necesitaban algo. Y la distancia se acrecentó, hasta de las nenas se alejó "las culpaba a ellas de no visitarlo", la realidad es que lamentablemente con tan solo 9 y 5 años "sabían lo que le pasaba a su papá y no querían verlo, la más grande al menos y la más chica fue la que más sintió el abandono".
La muerte
Lorenzo fue noticia un 11 de enero por la madrugada cuando se desvaneció en la vía pública y quedó tendido en la calle, sufrió una fractura de cráneo al golpear la cabeza contra el asfalto y quedó internado en el Hospital Perrando durante 11 días, habría sufrido un ACV que se agravó con meningitis y neumonía dentro del nosocomio. Antes había estado en el Hospital de Fontana por un cuadro estomacal, nadie sabe qué le ocurrió aparentemente, el malestar le provocó un desmayo que desembocó en la caída.
Claramente Lorenzo acabó con su vida mucho antes, refugiándose en el alcohol donde lograba "dormir" como tanto deseaba, de hecho, un 25 de diciembre ,mientras la familia celebraba Navidad, él le preguntó a su mamá: "¿Vos pensaste que yo quiero seguir viviendo?" y buscó tranquilizarla: "Vos no te tenés que hacer problema si tenés otros hijos y otros nietos". Roxana asegura que él "buscó la forma de terminarse".
La vida tras la muerte de un hijo:
"Hoy yo siento alivio"
Dice Roxana, a pesar del dolor que demuestra su rostro, "porque nosotros no dormíamos, vivíamos enojados" y hoy la motivación para seguir luchando pasa por que la muerte de su hijo no haya sido en vano, esto que les afectó a ellos "está en todos los niveles y por eso no hay que dejarlos que toquen fondo", insiste su madre, "seguramente Lorenzos hay muchísimos", acota su padre.
Por eso ahora, ambos pretenden que "la salud mental tenga una relevancia que realmente necesita, nosotros pensamos que nunca íbamos a pisar esa área y lo hicimos y ahí se ve la necesidad de un abordaje integral".
Además, insisten en que las personas con adicción "necesitan ayuda, contención, acompañamiento, no pueden y no deben estar solos", por eso insisten en ser escuchados, que su caso sirva de referencia y se muestran dispuestos a ayudar a las familias en esta misma situación.
Hoy el matrimonio se aferra a su unión como hace más de 30 años, a sus hijos, sus nietos y a la fe y "a través de eso tratamos de ir retomando nuestra vida, pero nos va a costar", finalizó Carlos.
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