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Viernes 31 de Enero, 2025
 
 
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Robledo Puch rechaza la libertad: el mayor asesino serial de Argentina se resiste a dejar la cárcel

Según la ley, para poder salir de la cárcel, Robledo Puch deberá acceder a la libertad condicional. Pero para obtener la libertad anticipada los peritajes psiquiátricos y psicológicos tendrán que ser positivos. 

Carlos Eduardo Robledo Puch

Carlos Eduardo Robledo Puch, conocido como el "Ángel de la Muerte" y considerado el mayor asesino serial de la historia argentina, podría dar un paso hacia la libertad tras más de cinco décadas en prisión.

Sin embargo, él mismo parece resistirse. "No quiero algo nuevo porque estoy acostumbrado a esto", expresó Robledo Puch en una reciente entrevista con el psicólogo designado para evaluar si su estado mental permitiría su traslado a un régimen de detención semiabierto, paso previo a la libertad condicional.

La decisión judicial, firmada por el camarista Oscar Quintana y el secretario de Cámara Bernardo Hermida Lozano, autoriza su incorporación al Programa Casas por Cárceles del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) en la Unidad 25, bajo un régimen de menor seguridad, siempre y cuando el detenido acepte esta posibilidad. Sin embargo, la negativa de Robledo Puch a aceptar el beneficio podría poner en riesgo su propio avance hacia la libertad.

A sus 71 años, Robledo Puch pasó más tiempo en prisión que en libertad, tras haber sido condenado en 1973 a reclusión perpetua y "accesoria por tiempo indeterminado" por una serie de once asesinatos cometidos entre 1971 y 1972 en la zona norte del Gran Buenos Aires. Esta cláusula, poco frecuente, tuvo como efecto la imposibilidad de acceder a beneficios de reducción de pena.

Para avanzar en su liberación, el criminal debería acceder a la libertad condicional, un trámite que exige una evaluación psicológica y psiquiátrica favorable. Sin embargo, los informes médicos recientes sugieren que Robledo Puch no reúne las condiciones necesarias. Durante su última entrevista con el equipo de peritos, el asesino mostró una actitud de hostilidad, gritos y una negativa absoluta a escuchar a los profesionales.

"El interno se tornaba cada vez más violento y verborrágico, hablando y gritando, sin admitir respuestas del interlocutor", señaló el informe, que calificó la situación como "insostenible" y dio por finalizada la evaluación.

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